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martes, 2 de agosto de 2011

EL Hacedor del Bien



Era de noche y estuvo Él solo. Y vio desde lejos las murallas de una
vasta ciudad y se acercó a ella.
Y cuando estuvo muy cerca oyó el jadeo del placer, la risa de la
alegría y el sonido penetrante de numerosos laúdes. Y llamó, y uno de los
guardianes de las puertas le abrió.
Y contempló una casa construida con mármol y que tenía unas bellas
columnatas de igual materia en su fachada, y sus columnatas estaban
cubiertas de guirnaldas y dentro y fuera habla antorchas de cedro.
Y Él penetró en la casa.
Y cuando hubo atravesado el vestíbulo de calcedonia y el de jaspe y
llegó a la gran sala del festín, vio acostado sobre un lecho de púrpura a
un joven con los cabellos coronados de rosas rojas y con los labios rojos
de vino.
Y se acercó a él, le tocó en el hombro, y le dijo:
-¿Por qué haces esta vida?
Y el joven se volvió y reconociéndole contestó:
-Era yo leproso y tú me curaste. ¿Cómo iba yo a hacer otra vida?
Y algo más lejos vio una mujer con la cara pintada, y el traje de
colores llamativos, y cuyos pies estaban calzados de perlas. Y detrás de
ella caminaba un hombre, con el paso lento de un cazador y llevando un
manto de dos colores. Y la faz de la mujer era bella como la de un ídolo y
los ojos del joven centelleaban cargados de deseo.
Y Él le siguió rápidamente. Y tocándole en una mano, le dijo:
-¿Por qué sigues a esa mujer y la miras de esa manera?
Y el joven se volvió, y, reconociéndole, respondió:
-Era yo ciego y me devolviste la vista. ¿Cómo iba yo a mirarla de
otra manera?
Y Él corrió hacia adelante, y tocando el vestido de colores chillones
de la mujer, dijo:
-Ese camino que sigues es el del pecado, ¿por qué lo sigues?
Y la mujer se volvió y le reconoció. Y le dijo riendo:
-Me perdonaste todos mis pecados y este camino que sigo es agradable.
Entonces Él sintió su corazón lleno de tristeza y abandonó la ciudad.
Y cuando salía de ella, vio por fin, sentado al borde de los fosos de
la ciudad, a un joven que lloraba.
Y se acercó a él, y tocándole los rizos de sus cabellos, le dijo:
-¿Por qué lloras?
Y el joven alzó los ojos para mirarle, y reconociéndole, respondió:
-Estaba yo muerto y me resucitaste. ¿Qué iba yo a hacer más que
llorar?

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