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domingo, 11 de septiembre de 2011

Romanticismo


Los héroes en el clasicismo y el romanticismo
El héroe clásico es un arquetipo de excelencia, realiza acciones extraordinarias y su concepción de la vida es un desafío a mejorar el mundo que lo rodea o una aventura. Sus valores dependen del tiempo y espacio en que existen y así, es distinto el héroe de la literatura épica española que el de la antigua Grecia.

El romanticismo surge en respuesta al neoclasicismo, que a su vez fue una respuesta a los excesos del barroco a través del regreso a los valores clásicos.


Prometeo
El romanticismo enfrenta la conciencia del yo a la razón dieciochesca, la primacía del genio creador del universo propio, el liberalismo ante el despotismo ilustrado, la individualidad y unicidad de cada hombre y sobre todo, la creatividad ante la imitación de lo antiguo.

El héroe romántico suele ser un protagonista que actúa en pos de su propio destino, que él considera heroico. El Quijote es un arquetipo de este tipo de héroe, por ejemplo. También suelen ser prototipos de rebeldía (Don Juan, los piratas, Prometeo) y los autores buscan quebrantar la normativa o tradición que ahogue su libertad al escribir, en el estilo y la métrica, por ejemplo.

La novela gótica
La primera novela gótica stricto senso fue El castillo de Otranto (1765) de Horace Walpole y entre él y Charles Maturin escribieron varias obras que se consideran el cánon del género. Parte importante de la narrativa gótica pasa por la ambientación sombría, tenebrosa y que evoca un ambiente de terror. Los personajes son extraños y extranjeros, abundan los elementos sobrenaturales y exóticos.


Wuthering Heights, Emily Brontë
Las obras derivadas y que comienzan a mezclarse con otros géneros son La abadía de Northanger de Jane Austen, Jane Eyre de Charlotte Brontë o Cumbres borrascosas de su hermana Emily. Frankenstein o el moderno Prometeo de Mary Shelley y Drácula de Bram Stoker son otras obras conocidas.

Adelaida investigó todo esto porque uno de sus grupos leyó Cumbres borrascosas, pero lo que descubrió fue que estos personajes, Catherine y Heathcliff por ejemplo, suelen representar dicotomías al estilo la ciudad-lo salvaje, lo claro y lo oscuro, lo conocido y lo desconocido. De la misma manera encontramos un resurgir de novelas de vampiros que venden por montón en la actualidad, donde los héroes son seres con pasados oscuros que se acercan a un rasgo humano: un vampiro que se enamora, o uno que siente y le duele matar (Anne Rice). Sin embargo, estas dicotomías son tanto más irreales que los arquetipos que maneja Ayn Rand en sus novelas.

Una especie de tipos ideales en Ayn Rand
Sus personajes suelen ser el egoísta racional y empresario, el burócrata desinteresado y altruista, el científico que vendió sus principios y se volvió un pragmático, y otros tantos. Son planos en su mayoría, pero la lógica de las corrientes anteriores se mantiene. Después de todo, la propia Rand se proclama una escritora romántica realista, que sería un subgénero cuyo motto se resumiría en “sé todo lo mejor de lo que puedes ser”.

Una forma alternativa de plantearlo sería hablar de un hombre que cumpla con todas sus potencialidades, en el sentido aristotélico:

Aristóteles define la felicidad como un bien supremo, ya que solo al estar felices, alcanzamos la plenitud de nuestra existencia, pero para poder alcanzar dicha plenitud debemos dar lo mejor de cada uno, explotar al máximo todas nuestras potencialidades, pero de una manera justa y honrada, para poder saber que lo que hemos logrado lo logramos con merito propio y no con trampa e injusticia.

Entonces, ¿Por qué es tan inverosímil este tipo de héroe? ¿Por qué nos parece tan irreal cuando nos es tan familiar otro tipo de literatura que no tiene referentes en la realidad? ¿Por qué choca tanto un hombre íntegro pero nos es fácil tragarnos un vampiro que siente pena de asesinar personas?

Algunas respuestas me las han dado explícitamente y casi siempre va en la línea de que choca contra la crianza que le dieron desde niño, en la religión o de una forma tanto más conservadora que la propuesta objetivista. La otra gran pregunta, incluso para los no religiosos es la de la aplicación práctica de las ideas en las novelas. ¿Qué tan viable es ser un John Galt si no hay tal cosa como una Atlantis?

Supongo que no tengo una respuesta última para estas preguntas, pero siempre es conveniente plantearlas.

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