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miércoles, 2 de noviembre de 2011

Muerte y resurrección del silencio

Entró el silencio en una cueva misteriosa y allí le esperaban murciélagos por las paredes redondeadas. Ellos, extrañados por esa presencia, no desplegaron sus alas, sino que se quedaron agarrados, temerosos. El silencio y su sombra dieron unos pasos. Enseguida vieron incrustada una antorcha y la sombra reptando llegó a alcanzarla. Entonces el silencio la cogió.
Algo sonó al fondo y unas gotas de sangre empezaron a emanar del lagrimal del silencio llegando a matar su sombra con un enorme charco. Deliró el silencio, dio vueltas sin sentido chocándose con las rocas que había dentro de la cueva y cayó mareado. Su último aliento sirvió para crear el viento que hace a las aves volar en libertad.

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