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jueves, 24 de mayo de 2012

Caminando por la ciudad bajo la lluvia

Caminando por la ciudad bajo la lluvia
mis pensamientos van a ti,
pensando en los besos
que me dabas llenos de pasión.
La lluvia no cesa, cae más y más
pienso en la tersura de tu piel
y quiero gritar al mundo....
Sigue lloviendo y llego a casa
no estas tu...
quiero estas a tu lado
quiero abrazarte y no puedo.
Tomo papel y lápiz
y te escribo este poema
así te siento mas cerca
mucho más cerca 




Camino por la ciudad bajo la lluvia. Es una lluvia fina que en algunos momentos arrecia, pero vuelve en seguida a su deliciosa pasividad, sin ráfagas excesivas de viento que la haga impredecible. Con mis buenas botas no tengo problema alguna, casi es una delicia. Y no la esquivo, me someto a ella porque me gusta sentir su martilleo en el paraguas. A veces uno no sabe que lo inesperado puede provenir de la naturaleza, un leve gesto que nos convierte en espectadores entusiastas de un acontecimiento que se repite desde hace millones de años y que siempre nos parece único, sobre todo por aquí, en el Mediterráneo, en donde el agua suele ser escasa, aunque con demasiada frecuencia caiga de forma abrupta, y en vez de amarar la tierra la inunda.

Camino por la ciudad y siento que la lluvia cae sobre la tierra y que yo la recibo como un don. Tengo la sensación de que me lava simbólicamente el cuerpo, y que en cada paso que doy la acepto con alegría: el placer de lo verdadero que no necesita justificación alguna, al azar de la vida, y que representa un empiece de algo que no sabemos en principio cómo llamar, y que nos lava el alma. Me parece que en el fondo de mí hay una vaga esperanza que siempre se puede recuperar, aunque con mucha frecuencia esté dormida, aletargada, con un aura de cansancio sin rendijas, inhabilitada para reanudar con éxito todo lo que ofrece su definicición. Y bien, me digo: eso debe ser alguno de los matices de la experiencia, esa alternancia entre dos polos, o un paso continuo no de extremo a extremo, sino un deambular por la zona central, la de los matices.

Camino por la ciudad porque he quedado con L, a quien conozco desde hace muchos años. Empezamos a caminar los dos juntos como si huyéramos de la lluvia, pero en el fondo nos sentimos a gusto y se lo digo. Cuántas cosas se pueden compartir. Cuántas pequeñas maravillas ofrece el mundo. El recorrido es demasiado corto, entramos en un viejo café en donde nada se parece a lo que recordábamos. Empezar de nuevo a hablar después de algún tiempo de no vernos, hacer un leve repaso a lo que hemos hecho en los últimos meses, acercarse con las palabras: ¿no es eso lo que nos hace humanos? en cada gesto de los parroquianos hay también esa concentración de sorpresa y de incredulidad que se manifiesta ocasionalmente ante lo inesperado. Quizás la mirada se pierda en una rendija interior, por la que se cuela algún sueño que sobreviene de golpe, como una visita a deshora pero muy bien recibida. Un sueño...

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