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miércoles, 2 de mayo de 2012

Abrir la ventana al mundo



Supongo que será un comportamiento típicamente humano. Supongo que siempre fue así a lo largo de los tiempos. Hay personas que tienen el deber de hacer algo por los demás. Son aquellas que cuando surge un contratiempo, se intuye que actuarán. Es por eso que si observamos un problema a nuestro alrededor, la mayoría tendemos a pensar: 'que alguien haga algo'. Así la solución queda a la espera de ese alguien. Y damos por hecho que aparecerá.

Hoy es uno de esos días que mirando por la ventana, veo con claridad que algo ahí fuera no funciona. Veo una sociedad de la que se desprende una mezcla de mal humor, soledad y profunda resignación. Me gustaría hacer algo. Pero cuando me pongo a pensarlo… automáticamente cierro la ventana al mundo. Y llego a la misma conclusión de siempre: sólo espero que las personas de buen corazón, las personas solidarias y valientes, hagan algo. Desde aquí todo mi apoyo, por supuesto, pero que sean ellas las que se encarguen de la solución del mundo.

A pesar de que la conclusión anterior me deja la conciencia medianamente relajada, vuelvo a abrir la ventana. Me pica la curiosidad en saber qué ocurre por ahí… Y veo lo mismo. Una sociedad incómoda, enfrentada, desorientada. Parece que siguen sin aparecer esas personas valientes que siempre solucionan los problemas de los demás.

No sé qué me pasa hoy pero tengo la mente intranquila, cuál podrá ser la razón. Algo me dice que abra la ventana. Aunque la verdad, sé lo que me voy a encontrar: una sociedad en decadencia, envenenada, a la deriva. ¿Qué mal está todo no? Está cada vez peor. Pero bueno, alguien hará algo.

Quizá éste será un buen momento llamar a la Sabiduría, esa que da tan buenos consejos. Le explico lo que ocurre, la intranquilidad que tengo, lo mal que está el mundo, le pregunto por qué todavía nadie hace nada. Su respuesta es rápida y simple: tienes dos opciones, cerrar la ventana para siempre y pensar que el mundo va estupendamente. O por el contrario, ser 'alguien que hace algo'. ¿No te gusta el mundo en el que vives? La solidaridad con los demás no está ahí para esperarla, sino para ejercerla.

Las relaciones entre los miembros de la comunidad están inspiradas y guiadas por la ley de la “gratuidad” que, respetando y favoreciendo en todos y cada uno la dignidad personal como único título de valor, se hace acogida cordial, encuentro y diálogo, disponibilidad desinteresada, servicio generoso y solidaridad profunda.

Así la promoción de una auténtica y madura comunión de personas se convierte en escuela de socialidad, ejemplo y estímulo para las relaciones comunitarias más amplias en un clima de respeto, justicia, diálogo y amor.

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