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sábado, 27 de octubre de 2012

Miradas



Hay miradas que pasean desde los rincones de esta ciudad hasta el centro de los anhelos más inesperados. Las miradas existen desde que el hombre es hombre: apasionadas, vegetales, cuadriculadas, simiescas, insobornables, añejas, hechizantes, de ultratumba o, incluso, dormidas en lo más profundo de nuestra soledad.

Hay miradas que no dicen nada (como el amor que no es correspondido por el simple hecho de ser amor veraz) y también las hay que lo dicen todo, que no desean esconder nada.

Pasamos por la vida mostrando millones de miradas diferentes, y detrás de cada una de ellas descansan sentimientos desiguales, emociones que en ocasiones sospechan que nada es banal, que todo posee un sentido concreto, que las noches persiguen signos de tensiones existenciales más allá del cosmos cotidiano.




Dicen que quien no comprende una mirada tampoco comprenderá una larga explicación; sin duda, con el paso de los años y a medida que llega la madurez del hombre, vamos logrando entender los ademanes mínimos, esos gestos casi intangibles que, si se saben leer, nos acercarán un poquito más a la verdad de las cosas, a la verdad del hombre o de la mujer que, por ejemplo, tenemos frente a nosotros e intenta disfrazar su verdadero "estar" que nada tiene que ver con su verdadero "ser". Ya lo decía aquel fino hilo filosófico: 


"Con múltiple espejo captaba yo aun su mirada cuando su boca estaba cerrada, para que me hablaran sus ojos. Y sus ojos me hablaban, en efecto".

Cabe aclarar que la mirada también puede llegar a ser una especie de influjo mágico, propiamente humano, no quiere decir esto que me esté refiriendo al mítico y fatídico "mal de ojo", sino a algo mucho más simple: a la gran energía que posee todo ser humano, esa cosa interna e intensa que hace que nos movamos, que todos seamos diferentes a la par que iguales. También es la mirada una especie de poética insistente: 


"No sé qué hacer, dónde buscar mis palabras más verdaderas, 
cómo decirte que llevo en la mirada reflejado tu pecho, 
y los brazos me caen, como en derribo, 
al verte aquí, a mi lado, lejos siempre"… 



Ya que he de suponer que en lo que respecta al tema amatorio, la mirada viene siendo el vínculo más ferviente, la manera más sutil de perseguir el sentimiento que codiciamos tener a nuestro lado, que acechamos día sí y día también.

Nuestra vida pudiera sintetizarse en una mirada. No todo es tan importante, y nada de lo que pasa en nuestra vida es trivial… Hay personas que lanzan puñetazos al aire para darse a conocer, para aclararnos que están aquí, a nuestro alrededor… Luego, existen personas que, como si fuera una especie de don astral, saben utilizar su mirada, y también saben interpretar las miradas de los demás: suelen ser personas calladas, expertas en el arte de coexistir, que casi siempre pasan por nuestro lado quietamente, sin pena ni gloria.





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