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jueves, 14 de junio de 2012

14 de Junio 1986



Jorge Luis Borges visitó la ciudad de México en 1973. A su llegada al país, el escritor argentino "pidió un favor" a sus anfitriones. Quería hablar con Juan Rulfo...

RULFO: Maestro, soy yo, Rulfo. Que bueno que ya llegó. Usted sabe como lo estimamos y lo admiramos.
BORGES: Finalmente, Rulfo. Ya no puedo ver a un país, pero lo puedo escuchar. Y escucho tanta amabilidad. Ya había olvidado la verdadera dimensión de esta gran costumbre. Pero no me llame Borges y menos "maestro", dígame Jorge Luis.
RULFO: Que amable. Usted dígame entonces Juan.
BORGES: Le voy a ser sincero. Me gusta más Juan que Jorge Luis, con sus cuatro letras tan breves y tan definitivas. La brevedad ha sido siempre una de mis predilecciones.
RULFO: No, eso sí que no. Juan, cualquiera, pero Jorge Luis, sólo Borges.
BORGES: Usted tan atento como siempre. Dígame, ¿cómo ha estado últimamente?
RULFO: ¿Yo? Pues muriéndome, muriéndome por ahí.
BORGES: Entonces no le ha ido tan mal.
RULFO: ¿Cómo así?
BORGES: Imagínese, don Juan, lo desdichado que seríamos si fuéramos inmortales.
RULFO: Sí, verdad. Después anda uno por ahí muerto haciendo como si estuviera uno vivo.


Veamos, ahora dos hermosos sonetos que apuntan a la eternidad de la memoria Everness y Ewigkeit. En Everness, la Sempiternidad, la Siempredad, comienza con una sentencia en un verso endecasílabo con una sesura aclaradora de esta sentencia:

"Solo una cosa no hay. / Es el olvido." La sentencia apunta al concepto de Letheia, olvido, muerte, nada, silencio. Afirma que hay memoria, pero en una forma negativa. Y continúa:

"Dios, que salva el metal, salva la escoria

y cifra en su profética memoria

las lunas que serán y las que han sido."

Dios puede ser la suma del tiempo que plantea en "A un poeta sajón", salva todo: el metal, la escoria y "Cifra" en su "profética memoria", el pasado y el futuro. La suya es una memoria que domina el tiempo porque es "profética" y lo profético se refiere al futuro y la memoria, al pasado. Todo está dado por la Vastedad del tiempo: los días, el paso de ellos.

Ya todo está. Los miles de reflejos

que entre los dos crepúsculos del día

tu rostro fue dejando en los espejos

y los que irá dejando todavía."

El plural neutro "Todo", da lo múltiple y lo uno. Todo es presente para Dios que no diferencia entre pasado y futuro.

Las perífrasis durativas del hipérbaton: "fue dejando" e "irá dejando", apuntan a un pasado y a un futuro, lo que equivale a decir que "siempre". Abarca el pasado y el futuro como la "profética memoria". Para Dios todo es presente. El rostro fue dejando fragmentos de un todo en los espejos que sintetizan la irrealidad y todavía dejará otros miles de reflejos.

Los terceros comienzan con el nexo conjuntivo "y" que de alguna manera, resume lo ya planteado: Todo es parte de la memoria infinita.

"Y todo es una parte del diverso

cristal de esa memoria, el universo,

no tienen fin sus arduos corredores,

y las puertas se cierran a tu paso:

solo del otro lado del ocaso

verás los Arquetipos y Esplendores."

Memoria como corredores sin fin. Otra vez ideas platónicas: la realidad tiene dos rostros: uno, el inmutable de las ideas; el otro, apariencia que solo limitan imperfectamente la perfección de los Arquetipos. Es así que un alma armoniosa domina el universo. El modo que tienen de comunicarse los dos rostros de la realidad es el conocimiento.

La muerte es ineludible porque las "puertas" se cierran a la temporalidad del hombre. El hombre muere, llega al fin de su tiempo y abre la conciencia a un "insospechado rostro eterno" como señala en el Poema Conjetural. Es decir, al acceso a la eternidad "como categoría donde el tiempo ya no existe". Allí verá los modelos, los paradigmas de todo, los modelos que siempre existieron; son eternos. Eso es lo que significa la palabra Arquetipos: Arque: origen y Tipos: modelos.

El platonismo que aquí señala es un platonismo a medias como lo fue el de El Inmortal, como "si Borges prefiriera quedarse con la destrucción del mundo sensible y apenas evocara, y no siempre, la plenitud del reino de las ideas: 'Solo del otro lado del ocaso, verás los Arquetipos y Esplendores'." También para Nuño, "Esa condena de lo material casa bien con su confusa adscripción al idealismo berkeleyano: el mundo no deja de ser una maraña de percepciones instantáneas, el dominio platónico de la despreciada dóxa, que apenas sirve para reafirmar la condición mental de nuestra relación con él (…) con semejantes nociones de platonismo destructivo o idealismo exaltante, Borges ha sido capaz de crear los mejores de sus relatos, la más perfecta de sus ficciones." (Nuño, "La filosofía de Borges", pág. 138.)

En Ewigkeit Borges ha omitido intencionalmente el artículo que es obligatorio en el alemán y posiblemente responda a que ha buscado el vocablo en un idioma que acorta el concepto a nivel de la sentencia. La pronunciación de Ewigkeit, es breve y ya Die Ewigkeit no lo es. Tampoco el vocablo "Eternidad" que es demasiado prolongado para lo que el poeta aquí nos sugiere: un hombre que se revela contra la muerte y exalta su memoria humana.

El soneto dice así:

Torne en mi boca el verso castellano

a decir lo que siempre está diciendo

desde el latín de Séneca: el horrendo

dictamen de lo que todo es el gusano.

Torne a cantar la pálida ceniza,

los fastos de la muerte y la victoria

de esa reina retórica que pisa

los estandartes de la vanagloria.

No así. Lo que mi barro ha bendecido

no lo voy a negar como un cobarde.

Sé que una cosa no hay. Es el olvido;

sé que la eternidad perdura y arde

lo mucho y lo preciso que he perdido:

esa fragua, esa luna y esa tarde.

Hay un desafío en la perífrasis quebrada inicial: torne a decir, porque puede regresar el verso castellano a los labios del poeta a exclamar que nuestro fin es inevitable, ese horrendo dictamen que no seremos más que gusano.

Acá el desafío está en la aliteración de "Torne".

En los tercetos queda claro que la muerte, expresada en una magnífica metáfora, no reinará en su memoria, porque sabe que una cosa no hay y es el olvido y sabe que eternamente perdura lo mucho que ya ha perdido: esa fragua, esa luna, esa tarde. Son objetos que tienen una brutal presencia, demasiado definidos y reales para ya no estar. El demostrativo "esa", refiere a la tercera persona, casi de una manera subjetiva: "determina su colocación en el espacio desde el punto de vista del que habla e indican proximidad con el poeta. Señalan además los demostrativos que lo que quieren es conservar van a perdurar y a arder. Las ha perdido, pero arden, subsisten, duran, permanecen en su memoria porque ella es un canto a la vida, un retorno a lo invisible. "Las caras trabajadas por el tiempo, ciertos crepúsculos y ciertos lugares, quieren decirnos algo o algo dijeron que no hubiéramos debido perder, o están por decir algo; esta inminencia de una revelación, que no se produce, es, quizá el hecho estético." (O.I., pág. 13.) Y Goethe en su Viaje a Italia: "La presencia de las cosas me habla, yo estoy en diálogo con las cosas todo el día. Las cosas ganan poder y hacen que el yo se torne silencioso…" Recién cuando el hombre ha dejado esta humildad frente a las cosas, "podrá decirse que se conoce, porque el conocer requiere el crear y el formar como condiciones previas", señala el Prof. Silva García. (Mario A. Silva García. "Revista del Instituto de Filosofía, Ciencias y Letras" Nº 1, 1981. Pág. 22.)

En Everness, todo está, la memoria es el universo y del otro lado veremos Arquetipos y Esplendores. El yo poético desaparece en un tú y un nosotros anónimos. Todo lo envuelve lo eterno, pero, en Ewigkeit, el yo poético, el hombre de barro, el mortal, desafía al olvido, se reconoce mortal, es por lo tanto, capaz de desafiar a la eternidad.

En Everness, hay un plano atemporal, ya establecido, pero en Ewigkeit, la lucha con el tiempo no puede separarse de sus implicancias con la memoria, que le garantiza su identidad y el poder conservar esa fragua, esa luna, esa tarde. Hay una carga de memoria humana que persiste. Está todo el tema de la circularidad y reiteración del pasado. Trata de retener "cosas" o sea que habla del "sentido activo del término objeto y que las cosas son como arqueros que arrojan contra las potencias vitales conocedoras, los dardos o flechas de sus propiedades y esencias." (Mario A. Silva García. "Revista del Instituto de Filosofía, Ciencias y Letras" Nº 1, 1981. Pág. 8.)

Vemos cómo lo efímero lleva cierto sello de eternidad. No se trata de la obra de arte, sino de toda cosa que queda en nosotros (Esa tarde), de todo aquello que resucita en nosotros invisible. La memoria parece ser dueña de una profunda fidelidad a la vida y estar colocada sobre el mismo pulso del poeta, como si su lado se le trasmitiera. También Rilke tiene conceptos que se parecen mucho a esta idea y son señalados en la carta que dirigió a Hulewicz…" Sí, pues es nuestro deber grabarnos en la memoria esta tierra efímera y perecedera, de modo tan profundo, tan doloroso, tan apasionado, que su esencia resucite "invisible" en nosotros. Somos las abejas de lo invisible: nosotros bebemos desesperadamente la miel de lo visible para acumularla en la gran colmena de oro de lo invisible." (Ilse Brugger: El problema de la muerte en Rainer María Rilke. Universidad de Buenos Aires, 1943, págs. 205–206.)

Vemos pues, que para Borges y tantos poetas, la memoria no es un sepulcro para recuerdos muertos. El propio Borges ha manifestado que "La inmortalidad está en la memoria de los otros y en la obra que dejamos (…) Más allá de nuestra muerte corporal queda nuestra memoria." (J. L. Borges. La inmortalidad, pág. 172.)

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