ron un mundo inteligible (o cielo) como regulador de las prácticas morales de los hombre; los cuales se transformaron en sujetos pasivos al no alcanzar el cielo por medio de su propia voluntad. Estos sistemas monótono-teístas se caracterizan por negar el devenir y privilegiar al ser, fijándolo y creando con él sistemas piramidales inmutables regidos por un principio estructurante (El sol o Dios) que no sólo le otorgaban fundamento al mundo sino también determina la conducta de los hombres, estableciendo el bien y el mal; el hombre veraz diferenciado del mentiroso.
Platonismo es toda teoría que escinde la realidad en dos mundos: un mundo verdadero, dado a la razón, inmutable y objetivo, y un mundo aparente, dado a los sentidos, cambiante y subjetivo.
La filosofía y la religión son una forma de platonismo y defienden la misma concepción de la realidad, aunque con palabras distintas. Platón articuló con precisión y radicalidad esta tesis básica del pensamiento occidental; por lo demás, el platonismo, gracias al cristianismo, se ha instalado en la cultura y viene a ser la actitud de todos los hombres de nuestra civilización. Para el platonismo la realidad no cambia y lo que cambia no es real; el auténtico ser es inmutable. La filosofía nace con el paso del mito al logos y la superación de las descripciones del mundo basadas en la imaginación y la narración metafórica por las descripciones racionales, precisas y objetivas, que ofrecen conceptos antitéticos (ser/apariencia, razón/sentidos, alma/cuerpo, lo permanente/el cambio, unidad/multiplicidad).
Nietzsche es conciente de que su mayor enemigo no es ya Dios porque el ya ha anunciado su muerte. Su enemiga es ahora la sombra del Dios muerto. Nietzsche advierte que la sombra actúa de manera tal que es defendida por quienes fueron los asesinos de Dios como si no se tratara de una consecuencia de este. Nietzsche reconoce la complejidad de la acción de la sombra, ve una lógica en ella aún más perversa y difícil de visualizar.
La metafísica platónica sigue estructurando las prácticas cotidianas de los seres humanos a través de la sombra de Dios . En este sentido Nietzsche exclama ¡también nosotros debemos vencer su sombra!, en tanto “sujetos” a estas estructuras fijas, piramidales a partir de las cuales se construyen subjetividades, la subjetividad de todos nosotros. Nosotros, quienes por algún motivo o por otro, seguimos sosteniendo al Dios muerto sobre nuestras espaldas. Nietzsche mismo está incluido en el “también nosotros” de la exclamación, él era conciente incluso que su pensamiento en un futuro también sería objeto de martillazos, porque la sombra se instala sin ser percibida.
Pero también existen quienes viven en el nihilismo absoluto producto de haber matado a dios y a su sombra y ver al mundo estructurado como si dios continuara con vida. Quizás a ellos Nietzsche dedica lo citado en el apéndice, quizás de ellos será el futuro; de ellos y de sus “nuevas luchas” con las cuales vencerán la sombra divina .
Reivindicación de la tesis del eterno retorno como signo de vitalidad
Esta concepción del tiempo consiste en aceptar que todos los acontecimientos del mundo, todas las situaciones pasadas, presentes y futuras se repetirán eternamente. Según la tesis del eterno retorno todova a repetirse un número infinito de veces, lo cual implica que las personas conocidas volverán a estar presentes, pero también el resto de los seres (animales, plantas, objetos inertes), y volverán las mismas cosas con las mismas propiedades, en las mismas circunstancias y comportándose de la misma forma. Para la defensa de esta extraña teoría Nietzsche alega el siguiente argumento: dado que la cantidad de fuerza que hay en el universo es finita y el tiempo infinito, el modo de combinarse dicha fuerza para dar lugar a las cosas es finito; pero una combinación finita en un tiempo infinito está condenada a repetirse de modo infinito; luego todo se ha de dar no una ni muchas sino infinitas veces. Sin embargo, cabe entender también la tesis del eterno retorno como la expresión de la máxima reivindicación de la vida, como una hipótesis necesaria para la reivindicación radical de la vida: la vida es fugacidad, nacimiento, duración y muerte, no hay en ella nada permanente; pero podemos recuperar la noción de permanencia si hacemos que el propio instante dure eternamente, no porque no se acabe nunca (lo cual haría imposible la aparición de otros instantes, de otros sucesos) sino porque se repite sin fin. En cierto modo, Nietzsche consigue con esta tesis hacer de la vida lo Absoluto.
La voluntad de poder, “esencia” de la vida
Es el principio básico de la realidad a partir del cual se desarrollan todos los seres, la fuerza primordial que busca mantenerse en el ser, y ser aún más. Nietzsche cree que en todas las cosas encontramos un afán por la existencia, desde el mundo inorgánico hasta el mundo humano, pasando por todos los distintos niveles de seres vivos. Todas las cosas son expresión de un fondo primordial que pugna por existir y por existir siendo más. Sus escritos anteriores a 1890 (fecha en la que le sobrevino la locura) eran esencialmente críticos con los esquemas mentales que han dominado toda nuestra cultura desde sus mismos orígenes –el platonismo–. Sin embargo, en su última obra escrita en la cordura (“La voluntad de poder”) Nietzsche intentó describir su visión positiva de la realidad, que coincide con la que presentó ya en su primera obra, “El nacimiento de la tragedia”, con la noción de lo dionisíaco. Las características que para él tiene la realidad, el ser (por lo tanto, la voluntad de poder) son:
irracionalidad: la razón es sólo una dimensión de la realidad, pero ni la más verdadera ni la más profunda pues el mundo no es racional sino caos, multiplicidad, diferencia, variación y muerte, y en el hombre la razón no tiene –ni debe tener– la última palabra, puesto que siempre está al servicio de otras instancias más básicas como los instintos o las emociones;
inconsciencia: la fuerza primordial que determina el curso de todas las cosas no es consciente, aunque esporádica y fugazmente se manifiesta de este modo precisamente en los seres humanos; pero incluso en este caso la consciencia no tiene carácter sustantivo, ni crea un nivel de realidad nuevo o independiente;
falta de finalidad: las distintas manifestaciones que toman las fuerzas de la vida, sus modificaciones y consecuencias, no tienen ningún objetivo o fin, no buscan nada, son así pero nada hay en su interior que les marque un destino; Nietzsche declara con ello el carácter gratuito de la existencia;
impersonalidad: esta fuerza no puede identificarse con un ser personal, se trata en realidad de un cúmulo de fuerzas, no de una básica que supuestamente esté a la base de todas las visibles; un cúmulo de fuerzas que buscan la existencia y el ser más, compitiendo en dicho afán entre sí, enfrentándose y aniquilándose.
Hay que recordar que Nietzsche no entiende por “voluntad” lo que habitualmente llamamos con este término:
para nosotros es lo que nos permite tener actos de querer, la fuerza que descansa en nuestro interior gracias a la cual dirigimos nuestra conducta y con la que somos capaces de realizar nuestros fines conscientes.