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domingo, 9 de septiembre de 2012

Liberalismo - Orígenes de un impulso

Tal vez lo primero que hay que señalar a la hora de hablar acerca del liberalismo versa sobre la curiosa aparición del término en la historia del pensamiento político. Si uno está tentado muchas veces a denominar liberales a autores como John Locke, Montesquieu, Adam Smith o Kant, no se puede olvidar que estos nunca se vieron a sí mismos de ese modo. Hubiese sido imposible, ya que ni el término ni su significación esencial se manejaban por entonces. El liberalismo — como término político— aparece a comienzos del siglo XIX, justamente en el apogeo del movimiento romántico, e irá constituyendo su significado básico al ubicarse como una alternativa política tanto al republicanismo o democratismo radical que se identificaba con el fracaso jacobino, como contra las restauraciones absolutistas que siguieron a la derrota de Napoleón.



El adjetivo liberal entra a formar parte del lenguaje político con las Cortes Constituyentes de Cádiz entre 1810 y 1812, que continuaron la guerra contra la invasión napoleónica y establecieron un régimen constitucional en España de inspiración ilustrada. Fernando VII, tras volver al trono, suprimió la constitución y estableció su monarquía absoluta. "Alrededor de 1820, el término liberal comenzó a circular en Europa (en la versión francesa libéraux o en la española liberales) para referirse a los españoles rebeldes de la época. Hasta mediados del siglo XIX no fue aceptado en Inglaterra como inglés y digno de elogio" (Giovanni Sartori).

Para Giovanni Sartori, aunque el discurso liberal ha sido el impulso ideológico más importante de la civilización occidental durante los últimos cuatrocientos años, la denominación (el nombre abstracto) se implantó unos tres siglos después de la aparición de la propia doctrina liberal, la cual promovía la supremacía de la ley y el Estado constitucional. Así, paradojicamente, en algunos países — por ejemplo Alemania— la gente empezó a hablar de liberalismo cuando había dejado o estaban dejando de ser liberales.
En otros lugares, especialmente en Estados Unidos, la palabra liberal no llegó nunca a ser un término con historia y contenido.


El rastreo histórico de Sartori de la doctrina liberal confunde algunos aspectos, pues no se puede entender la aparición y el sentido esencial del liberalismo — como alternativa política— antes de la experiencia jacobina. De hecho, la búsqueda de un Estado constitucional, donde el gobierno se sujeta al imperio de la ley, ya era una bandera republicana contra las monarquías absolutas o cualquier tipo de gobierno despótico. Así lo fue en la independencia norteamericana y en la Revolución Francesa.

En este sentido, el liberalismo no podía aportarle nada al ideario político republicano. El liberalismo sólo pudo encontrar su camino singular después de que los jacobinos aportaran su perspectiva al ideal de la voluntad general y del imperio de la ley. Entonces surgió la necesidad de diferenciar la libertad de los antiguos de la libertad de los modernos, Locke de Rousseau, el burgués del ciudadano. De hecho, el panfleto liberal por excelencia sigue siendo la conferencia que Benjamin Constant pronunció en el Ateneo de París en febrero de 1819.


Pero las vicisitudes históricas del término sólo nos interesan en tanto que sirven para esclarecer algunos aspectos fundamentales de la doctrina liberal relacionados con la tolerancia y la diferencia, cuestiones que se entienden mucho mejor si nos percatamos de su relación con el contexto del movimiento romántico:

a) El elemento definitorio básico del liberalismo es su defensa constante de la persona contra la influencia y el poder coercitivo, ya sea del Estado, ya sea de la sociedad. Por ello se recalca la necesidad imperiosa de defender un espacio privado para el desarrollo de la individualidad.

Luego del famoso trabajo de Isaiah Berlin, ‘Two Concepts of Liberty’, esta idea se relaciona con un concepto de libertad negativa, que busca proteger un ámbito en el que las personas pueden hacer lo que ellas quieren, sin interferencia por parte de otras. Así, por ejemplo, se puede ver a Locke trabajando sobre la fijación de límites al poder arbitrario de los gobernantes y a Stuart Mill luchando contra la opresión de las mayorías, la opinión pública o cualquier otra influencia generalizadora de las voluntades personales.

En palabras de Carlos Nino, el liberalismo defiende el "principio de autonomía de la persona", el cual prescribe que siendo valiosa la libre elección individual de planes de vida y la adopción de ideales de excelencia humana, ni el Estado ni los demás individuos deben interferir en ello, limitándose a diseñar instituciones que faciliten la persecución individual de esas elecciones y la satisfacción de los ideales de virtud que cada uno sustente e impidiendo la interferencia mutua en el curso de tal persecución.

b) En directa vinculación con este respeto al principio de autonomía de la persona, el liberalismo entiende que su doctrina promoverá la existencia de nuevas identidades sociales, que seguramente se autoafirmen, diferencien, e incluso contrapongan. Esta diversidad y disenso no se entienden como un mal sino, todo lo contrario, como un bien.

La individualidad, tanto de los distintos individuos, de los grupos o de las naciones, tiene derecho a la libre manifestación.

"La génesis ideal de las democracias liberales se halla en el principio de que la diferencia, no la uniformidad, es el germen y el alimento de los Estados(...) En términos generales, hasta el citado siglo, la diversidad era considerada fuente de discordias y de desorden, causante de la caída de los Estados; y la unanimidad, el fundamento necesario de toda comunidad política. Desde entonces fue imponiéndose la actitud opuesta y la unanimidad comenzó a considerarse sospechosa. El sistema político moderno y liberal se construyó sobre la base de una concordia discors, de un consenso del desacuerdo".

En oposición, la alternativa de la "voz" para emanciparnos de una situación opresiva se realiza por la expresión de nuestras opiniones desfavorables hacia tal estado de cosas, por la petición de un cambio de rumbo a los demás involucrados en la relación. Los ejemplos, que se asocian mucho mejor con las instituciones políticas por excelencia — asambleas, juntas o congresos— , pueden abarcar el amplio espectro que va del diálogo a la protesta, pasando por el debate y la discusión.


Podemos comprender, en consecuencia, que para la tradición liberal la realización de la libertad y la búsqueda de la felicidad se expresan mucho mejor en la capacidad para deshacernos de los perjuicios implícitos en los condicionamientos de los otros que en cualquier otro fenómeno humano.

"El liberalismo es mejor comprendido como una teoría de la relacionalidad que tiene a la asociación voluntaria como centro y que entiende la voluntariedad como el derecho de ruptura o retiro" (Walzer, 1996).

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